Henry James en bici

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Esta perla de erudición perfectamente superflua me la ha regalado Elvira, que la encontró en una novela de David Lodge que le ha gustado mucho, ¡El autor, el autor! sobre la vida de Henry James. Con esta novela Lodge tuvo un golpe de mala suerte que no se merece nadie: apareció muy poco tiempo después que The Master, de Colm Tóibín, que era otra novela sobre James, y que había tenido merecidamente mucho éxito. Yo creo que Elvira es de las pocas personas que han leído las dos. Pasó lo mismo con aquella película sobre Truman Capote que salió al poco tiempo de la que interpretaba tan admirablemente Philip Seymour Hoffman. ¿Quién quiere ver dos películas sobre Capote, o leer dos novelas sobre Henry James?

El caso es que, cuenta Lodge, en los últimos años de su vida Henry James “apostó fuerte por las nuevas tecnologías”, por decirlo usando el engrudo verbal de la moda. Contrató a una mecanógrafa muy joven a la que le dictaba sus novelas(la mecanógrafa murió a principios de los años sesenta, casi en la era de los Beatles). Y decidió aprender a montar en bicicleta. Iría envarado y absurdo en lo alto de una de aquellas bicicletas impracticables de 1910, con su traje de tweed, su chaleco, su cuello duro, quizás una gorra de sportsman, como la de Sherlock Holmes en las películas. Imaginarse a Henry James en bicicleta es casi tan difícil como imaginar a Flaubert en bañador. Hombre concienzudo, contrató a un ciclista profesional para que lo adiestrara, y se lanzó a pedealear por los caminos rurales ingleses. Un día, inesperadamente, le salió al encuentro una niña que empujaba un cochecito de muñecas, y Henry James se hizo un lío queriendo esquivarla y acabó molido y sofocado en el suelo. De mayor esa niña fue Agatha Christie.